Hace unos dÃas me calcé unas zapatillas de deportes viejas de cuando yo tenÃa no más de veinte años. Mis compañeros de trabajo, mucho más jóvenes se quedaron impactados. ¿Son de verdad? Ya lo creo, viejas, pero de verdad. Resulta que estas zapatillas son ahora la meca de lo cool y si mi look fuera combinar estas zapatillas con unos vaqueros y una chaqueta, mi paso serÃa franco en las discotecas más selectas de la modernidad. Los ochenta triunfan.
Estoy despistado.
Assane, Abdú para los amigos, tiene 29 años. Viene de Senegal y busca trabajo. LLevo 11 horas hablando con él, en diferentes citas, todas por la mañana. Sonríe siempre, aunque dice que está preocupado. Que un hombre no puede estar sin trabajo, que eso no es bueno. Que no puede pagar su parte del piso que comparte con 8 compañeros y por el que le toca aportar 100€. Cuando habla de su país, a Abdú se le pierde la mirada entre recuerdos y habla de otra filosofía de vida, más pegada a la naturaleza y a las personas. Quiere llevarme, a mi y a mi familia, a conocer aquello, cuando las cosas le vayan mejor. Dice que soy su hermana, que sabe que estoy haciendo todo lo posible por ayudarle a encontrar algo y, cuando alguna posibilidad de trabajo acaba por no cuajar, sonríe y me dice: No pasa nada.