Leo que no hay que empezar a escribir si no tienes clara en tu cabeza la primera frase. Ayer Pablo me dijo, me preguntó, me insistió sobre mi pasión por escribir y mi cobardía al no hacerlo de una vez, en serio, en un libro, como está mandado. Reencuentro. Apenas hace un mes escribí que el tiempo nos encuentra siempre, nos busca la espalda. Ayer pude abrazar a muchos de quienes fueron mi geografía durante años, como diría el poeta, «con quien tanto quería» y noté como el tiempo volvía a jugar al ratón y al gato. Mujeres hermosas ahora como antes, dulces, inteligentes, hombres tímidos y cariñosos, cada uno con cada cual, afanados, perdidos, felices y también airados, contrariados. Salí indemne del regate y preparado para otra vuelta de tuerca.
Me voy, a dejar que el año se escape en silencio a la sierra de gredos. Os dejo mi primera frase para empezar:
Me acostumbro a tu ausencia.
Pues ya contarás cual es la receta, si la hay, para salir indemne de un evento así, porque a mi me ha llegado hasta la médula.
«Me acostumbro a tu ausencia», una buena frase para empezar sí, y para acabar.
Y para acabar, sí. Aunque…¿por qué no continuar? Por ejemplo:
Instalar la costumbre de tu ausencia en ese profundo hueco de mi vida. Transformar entonces esa castración dolorosa y constante en plenitud, la del «TODO LLENO». Y llegar un día a la alegría.
(perdón por la intromisión)
¡Faltaría más!
Me acostumbro a tu ausencia, cada día. Esa que siento desde que te conozco. Y cuando lo hago, cuando me acostumbro digo, llega la noche, y te instalas en mi sueño y te haces presencia, esa que sólo tengo cuando estoy sin ti.
(perdón por la intromisión también)
Y se puede añorar lo que nunca se tuvo, sobretodo eso.
Me acostumbro a tu ausencia,
porque aunque no estés no te has ido.
El vacío que en mí dejaste,
permanentemente te evoca,
como un molde en mi memoria,
como el hueco de la almohada,
como el calor en la silla.
Como la cartulina de la que se desprendió
la silueta recortada.
Tu ausencia te delata.
Gracias, Jose