Me hubiera gustado que para este primer cuaderno se me hubiera encargado un poemario sobre la política. No hay forma mejor de análisis que la disciplina poética, que nos obliga a escoger las palabras con austeridad y a colocarlas en la única posición en que estas son verdaderamente evocadoras. Quizá de esta manera os habría podido transmitir el aroma del tercer poder y a la manera de Santayana hubierais podido entenderlo gnosticamente. Pero la vida es territorio comanche y los poetas, incluso los laureados no son de este mundo.
Al final me ha tocado escribir sobre el poder judicial y como dijera Lope de Vega «un soneto me manda hacer violante que en mi vida me he visto en tanto aprieto» y para no marrar y quedar evidente mi torpeza me decidí en seguir los consejos de Francisco Velasco, profesor de la universidad autónoma, y me embarqué en leer los libros que me prestó y jamás devolví, como es ley y me reuní con él algunas veces dando charla y debate a lo que eran ideas y datos, pues solamente hablando con otro podemos hablar con nosotros mismos y contrastar lo equivocados que estamos o el acierto que poseemos. Si yo lo agradezco, más lo harán los lectores, pues salvo las recomendaciones que me son propias, y los errores que asumo de forma personal, en su inspiración y su conocimiento he basado lo escrito. En vuestro nombre se lo agradezco.
Luego está Alejandro, que ha demostrado una tenacidad por encima de la media e incluso de la faltriquera, que me ha llamado no menos de muchas veces, que insistió y que amenazó cuando lo vió conveniente y que consiguió lo que yo mismo no había conseguido, que es convertir el verbo en carne es decir en papel y tinta las ideas. Para el también los agradecidos, los de verdad.
Y todo, bajo el paraguas acogedor de la Red Verde, la que bautizó Ángel Requena como cubil de los sintecho políticos, desde donde hacer la política a la intemperie. Cuanto sol y cuanto frio compañeras y compañeros. Esta Red Verde, que a fuerza de componerse con quienes como perros ya apaleados en múltiples peleas, no tenemos facilidad para el trato, nos tolera con cariño y nos ofrece esta tribuna, aun sin compartir todos nuestros postulados, lo que recuerda en su prólogo con cariño don Ángel, apodándonos a Alejandro y a mi mismo, de «activistas y pensadores comprometidos y autónomos» y dejando al veredicto de la audiencia lo dicho por nosotros y así a salvo al resto de la manada. Agradecido también.
Ahí os dejo pues un escrito eminentemente pedagógico sobre lo que pasa en nuestro sistema judicial, algo naif, he de reconocerlo, y por lo tanto seguramente más cercano a la visión de cualquiera de vosotros. Es breve y además, como en Rayuela de Cortazar, os invito a saltar los textos legales para recalar sobre las ideas y los diagnósticos que resumo aquí para los que de forma militante compraréis este primer cuaderno, pero que en muchos casos no leeréis.
Y así termino, no sin antes recordaros que llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones.